De abogada a interiorista: tu talento se convierte en tu negocio

Los domingos os voy a contar casos en los que he trabajado. Hoy quiero hablaros de esta persona, que durante años fue una abogado, con prestigio, en un equipo grande de una consultora.

Durante años llevó toga.
Defendió causas, gestionó conflictos, cumplió con su rol profesional al detalle.

Pero había algo más.
Algo que, aunque no salía en su currículum, gritaba en su forma de estar en el mundo.

Cada vez que alguien entraba en su casa, soltaba la misma frase:

“Esto parece un reportaje de «El Mueble«.”
“Tienes un don para esto. Tu casa parace de las que aparecen en el «Hola«

Y ella se restaba importancia. Le encantaba, se le había dado desde siempre.

Disfrutaba al máximo ayudando a sus amigas en los cambios de salón, decorando sus casas de la playa e hizo sus trabajos en alguna tienda de varias amigas.
Porque lo que a los demás les parecía extraordinario, a ella le salía natural.

Un talento que lleva toda la vida con ella

Desde los 14 reorganizaba habitaciones, creaba espacios armónicos, elegía colores y texturas con una sensibilidad que no se enseña en ninguna carrera. Combinaba plantas con lamparas. Sofás con papeles pintados. mezclaba estilos, texturas. Como si nada. Pero hacer decoración no entraba en sus planes, y ni en los de su familia. Ser abogado era apostar por su futuro.
Uno seguro. Prestigioso. Tradicional. Con salidas.

Y sin embargo… su mirada de interiorista nunca dejó de estar ahí.

El momento de decisión: dejar el “título” para apostar por su visión

No fue impulsivo. Fue un proceso. Una suma de incomodidades, deseos reprimidos y señales externas.

Lo más difícil no fue la transición técnica.
Fue el miedo a no tener ese título que la avalara todo su conocimiento
A no sentirse “legítima” y sentirse una impostora

Pero había algo más fuerte que el miedo:
👉 Su ojo.
👉 Su visión.
👉 Su capacidad de transformar espacios… y emociones.

¿Cómo lo hizo? Paso a paso, con sentido y estrategia

  1. Validó su talento en el mundo real: acompañó a amigas en reformas, mostró su estilo, recibió feedback.
  2. Comenzó a contarlo en redes con naturalidad: sin poses, sin etiquetas, desde su experiencia personal.
  3. Pidió ayuda estratégica: trabajamos juntas para definir su propuesta, su cliente ideal, su posicionamiento.
  4. Se rodeó de personas que le dijeron: “Sí puedes”.

Reinventarse no es fácil. Fue un proceso.

Hoy ha dejado la abogacía.
Tiene su proyecto de interiorismo en marcha, sus primeros clientes felices, y una sensación clara de:
“Ahora sí soy yo.”

Porque cuando tu talento encuentra espacio, todo se ordena.

¿Y tú?

¿Tienes algo que llevas haciendo toda la vida… pero nunca te has permitido tomar en serio?
¿Sientes que podrías convertirlo en algo más, aunque no tengas un título que lo avale?

Entonces, este es tu momento.

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Porque no necesitas permiso para ser tú.
Solo necesitas empezar.